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jueves, 27 de mayo de 2010

Una triste historia


Esa noche, cuando llegué a casa, mi esposa servía la cena, la tomé de la mano y le dije: Tengo algo que decirte. Ella se sentó a comer en silencio, observé dolor en sus ojos, se imaginaría algo?Temeroso no sabía abrir mi boca, pero tenía que hablar. Quiero el divorcio...
Dije lo más suave que pude.Mis palabras parecieron no molestarle y con mucho sosiego, pregunto, ¿Por qué? No respondí.Mi silencio, le hizo enfurecer y me gritó ¡Porqué callas, acaso no eres un hombre? Esa noche, ya no hablamos más. Ella lloraba en silencio. Era lógico que quisiera saber que le había pasado a nuestro matrimonio, yo sin embargo, no sabría que responderle. Cómo explicarle que ya no la amaba y que mi corazón ahora le pertenecía a Eloísa.Con gran sentido de culpa, redacté un acuerdo de divorcio en el que le daba nuestra casa, nuestro auto y un 30% de las acciones de la empresa. ¿30??????

Después de leerlo ella lo rompió en pedazos. La mujer que había estado diez años de su vida conmigo, ahora era una extraña. Me sentí mal por todo ese tiempo y energía que desperdicié con ella.

Por fin mi esposa soltó el llanto frente a mí, eso me hizo sentir mejor, verla llorar me tranquilizaba un poco, ya que la idea del divorcio que me preocupaba tanto, ahora era más clara que nunca.



El siguiente día, llegué a casa muy tarde, ella sentada ante la mesa, escribía. Yo no había cenado, había pasado un día muy intenso con Eloísa y tenía más sueño que hambre y me retiré a dormir.

Desperté en la madrugada, ella todavía estaba escribiendo. La verdad no me importó, me acomodé de nuevo en la cama y seguí durmiendo.

En la mañana me presentó sus condiciones para aceptar divorciarse: No quería nada de mí, pero pedía un mes de tregua, antes de firmar el divorcio, me pidió que en ese mes tratáramos de vivir una vida lo más normal posible. Sus razones eran simples: nuestro hijo tenía unos exámenes muy importantes en este mes y no lo quería mortificar con la noticia del matrimonio frustrado de sus padres.

Esto era algo en lo que yo también estaba de acuerdo. Pero había más, me pidió que me acordara como la cargue el día de nuestra boda.

Quería que cada día de este mes, la cargara de nuestro cuarto hasta la puerta de la casa... Pensé que se estaba volviendo loca, pero decidí aceptar este raro requisito con tal de que ese mes pasara sin más peleas o malos momentos.

Le conté a Eloísa sobre las condiciones que puso mi esposa...Ésta se rió bastante y dijo que era una estupidez, pero en tono de burla agregó: No importa los trucos que se invente, tiene que aceptar la realidad de que te divorciarás de ella.

Desde que le expresé mis intenciones de divorcio, mi esposa y yo no teníamos contacto íntimo. El primer día que la cargué se me hizo un poco difícil, nuestro hijo nos vio y aplaudió de felicidad al vernos diciendo, papá me da gusto que quieras mucho a mi mamá, sus palabras me causaron un poco de dolor.

Desde nuestra habitación hasta la puerta de enfrente caminé como diez metros con ella en mis brazos. Ella cerró sus ojos y me dijo al oído que no le dijera al niño del divorcio, me sentí algo incómodo, la bajé y ella caminó a tomar el autobús para ir a trabajar, mientras yo salía hacia mi trabajo.

El segundo día fue un poco más fácil, ella se recargó ligeramente en mi pecho, podía oler la fragancia de su blusa. Desde hace tiempo no le había puesto mucha atención a esta mujer. Me di cuenta que ya no era tan joven, había un poco de arrugas en su cara, hebras de plata se mezclaban en el negro de su pelo, ¿Eras ese el precio de nuestro matrimonio? Por un minuto me pregunte que si yo era el responsable de esto.

Al cuarto día, sentí al tomarla entre los brazos, que regresaba un poco de intimidad y complicidad que habíamos perdido.

El quinto y sexto día, iba sintiendo ya algo extraño, deseaba cargarla y me daba cuenta que el sentimiento de amor y la pasión hacia ella, renacían. No le comenté nada de esto a Eloísa. Conforme los días pasaban se me hacia mas fácil tomarla entre los brazos y cargarla hasta la puerta, es posible que el ejercicio de hacerlo me daba mas agilidad.

Una mañana, ví que buscaba afanosa, un vestido para ponerse, pero no encontraba nada que le quedaba. Suspiró diciendo, todos mis vestidos me quedan grandes. Es ahí donde me di cuenta que por eso se me hacía muy fácil cargarla, estaba perdiendo mucho peso, estaba muy delgada.

De repente entendí la razón...Estaba sumergida en tanto dolor y amargura en su corazón, que su cuerpo empezaba a consumirse, inconscientemente le toque la frente.

Nuestro hijo entro en ese momento y dijo, papá, es tiempo que cargues a mamá. El ver a su papá cargar a su mamá todos los días se le había hecho costumbre, mi esposa le dio un fuerte abrazo, medio avergonzado, yo mejor miré hacia otro lado por temor a que esta conmovedora imagen me hiciera cambiar de planes. Entonces la cargué, y empecé a caminar hacia la puerta, su mano acarició mi cuello, y yo la apreté fuerte con mis brazos, justo como el día que nos casamos.

Sentí un estremecimiento, mezcla de pasión y preocupación, porque su estado físico me causaba tristeza. Ese día, la abracé fuerte y le dije, nunca me di cuenta que a nuestra vida le hacía falta algo así.

Me fui a trabajar...Casi salté fuera de mi coche, temía que en cualquier momento podría cambiar de opinión.....subí las escaleras, Eloísa abrió la puerta y le dije, Lo siento mucho pero ya no me voy a divorciar.

Ella no daba crédito a mis palabras, hasta me tocó la frente y me pregunto si tenía temperatura, quité su mano de mi frente y le dije de nuevo, lo siento Eloísa, ya no me voy a divorciar, resulta que mi matrimonio era muy aburrido porque ni ella ni yo supimos apreciar los pequeños detalles de nuestras vidas, no porque ya no nos amáramos. Ahora me doy cuenta que cuando nos casamos y la cargué por primera vez, esa responsabilidad sería mía hasta que la muerte nos separe.

Eloísa en este momento salió del shock y me dio una fuerte bofetada, llorando cerro su puerta, yo bajé corriendo las escaleras y me fui de ahí.

Me detuve en una florería, ordené un bonito ramo para mi esposa. La chica me pregunto que le ponía a la tarjeta. Sonreí y escribí, "Siempre te llevaré en mis brazos hasta que la muerte nos separe".

Esa noche cuando llegue a casa, con las flores en mis manos y una sonrisa en mi cara, subí a nuestro cuarto... Mi esposa estaba ya en la cama...Muerta, miré las flores que cayeron regadas sobre la alfombra.

Los pequeños detalles es lo que de verdad importa en una relación, no es la mansión, el coche de lujo, propiedades o dinero en el banco. Estos crean un falso sentido de felicidad que no lo es todo.

Mejor es no olvidar nunca los pequeños detalles que enriquecen una relación. Encontrar el tiempo para continuar siendo cómplices, poner cada día una chispa diferente a la misma caricia. Ser el amigo/a de tu esposo o esposa, perderse solos una noche en medio de cualquier camino. Cobijarse bajo la misma sábana, ¡Desnudos? Siiiii!

Tomarse todo el tiempo necesario, para mirarse a los ojos mientras toman el primer café de la mañana, o el último trago de una copa de vino antes de irse a la cama, es una muda promesa de lo que puede suceder.

2 comentarios:

  1. Un relato conmevedor Miuris. !Cuànta razòn tienes! Como de a poco vamos perdiendo la esencia de las cositas que cada dìa alimentan el amor.
    La verdad, me hiciste emocionar. El desenlace inesperado, no poder componer las cosas... el arrepentimiento... en realidad, todo.

    !Te dejo un cordial saludo!

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  2. Hermosa historia que relata la verdadera escencia y sentido del amor. Que lindo sería si todos aprendieramos a valorar ese sentimiento, basándonos en el conjunto de cosas sencillas que son las que al final de los años se tornan eslabones tan fuertes como una cadena que no pesa ni pierde el brillo de los primeros dias, al contrario, una cadena que recobra luz con el paso de los años y a la que deseamos morir unidos.

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.