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martes, 13 de abril de 2010

Estrellita Castro




Sevilla es la ciudad de la música, esa sonoridad rítmica no es nueva, la historia musical de la capital andaluza, plena en melodía, parece invitar a perseguir las notas del pentagrama y desgranarlas en cualquier rincón sevillano.
Estrellita Castro, fue tal vez, la figura que más se adapte a esa definición sobre Sevilla, ella fue la sevillana genuina, nacida para cantar.
Nació en la calle de Mateos Gago, el 26 de julio de 1908 y tuvo una vida con pinceladas multicolores, en la que no faltó el negro, ni el gris, esos que acompañan el día a día de los desventurados.
Muy niña empezó a saborear el amargo sabor de la angustia, era la suya una familia compuesta de doce hermanos, su padre, José Castro, sufría de asma y padecía los rigores de la falta de trabajo, ante lo cual, la niña debe enfrentarse al duro batallar de la búsqueda de trabajo para paliar en algo las necesidades familiares.
Doce años tenía cuando el Salón Imperial de la calle la Sierpes la contrató con la paga de un duro diario. Después firmó un contrato con el afamado Salón Novedades, también en Sevilla, tres duros diarios durante tres meses, iba cambiando la situación. Cada noche el local se abarrotaba y llovían los aplausos. Un admirador una noche le regaló una onza de oro y Estrellita en seguida se la gastó en La Campana, comprando pasteles.
De pelo rubio, gordita, con unos ojos verdes que opacaban el verdor de la selva, cantó ante reyes, dignatarios y plebeyos, ¿Qué te gustaría ser de mayor? Le preguntó a la niña de doce años, la Reina de España Doña Victoria Eugenia, esposa del Rey Alfonso XII -Artista Señora- Y que te gustaría tener cuando seas artista? Una pulsera de brillantes y un mantón de Manila.
A los pocos días, Doña Victoria Eugenia, cumplió el sueño de la niña sevillana, enviándole el mantón y la pulsera.
Años después, iniciada ya su carrera artística, Sebastiana Navarrete la madre, la acompañaba siempre, los pueblos andaluces las verían acampar en posadas de las que se marchaban sin abonar el pago, debido a que no había cobrado el salario por su presentación.
A estrellita, sin embargo, la perseguí una buena estrella y muy pronto, la sevillana se convierte en la reina, su salero andaluz y su alegría constante, la convertirían en la reina artística en la década de los cuarenta.
En el escenario de la Feria de Abril, se lució la hermosa sevillana que se alzaba con el premio del aplauso de su pueblo.
Quince años contaba Estrellita cuando conoció al productor artístico Juan Carcellé, quien la llevó a cantar a Barcelona con un sueldo de noventa pesetas al día, cifra que debido al éxito, tuvieron que aumentarle.
A partir de entonces la carrera de Estrellita fue en ascenso, viajes, contratos, presentaciones exitosas fuera de su tierra y un regreso triunfal, Madrid, Barcelona y otras ciudades importantes y otra vez Buenos Aires, Cuba…
Primera actriz y cantante y empresaria de sus propios shows, el tiempo pasaba. Actuaba en La Zarzuela cuando estalló la Guerra Civil, en ese período estuvo durante quince meses en Madrid, en los que puso de moda al pasodoble “La morena de mi Copla” dedicado a Julio Romero de Torres, de Madrid, se fue a Valencia y de nuevo el extranjero.
Su popularidad llegó hasta Alemania y Hitler quiso conocerla, cuya entrevista se concertó a través de Benito Perojo. Fue admirada también por Mussollini, Estrellita cantó para el dirigente italiano, quien le obsequió una sortija de brillante y esmeralda.
Finalizada la Guerra Civil, Estrellita canceló todos los contratos internacionales y volvió a Madrid, donde filmó varias películas.
Su carrera no decayó ni con el paso de los años, era una artista que vivía y cantaba con alegría, circunstancias que la mantenían eternamente fresca.
Siempre fue fiel a la canción andaluza, que cantaba con un estilo especial y único.
En el año 1978, el Ayuntamiento de Sevilla, puso su nombre a la calle Tornillo, Estrellita, la niña sevillana que empezó a cantar a los diez años, moría el 10 de junio de 1983, su corazón se detuvo y calló para siempre el sonido de su voz.

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.