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viernes, 3 de septiembre de 2010

Te Buscaba...

El jueves 7 de septiembre del año 2000, escribí esto:

Bajo el manto de un día que presagia soledad para los solitarios, o idilio para los amantes, extrañamente no me siento sola, porque no está sola una mujer que puede trocar en palabras, los pensamientos, aunque sean tal vez a muchos pareceres, palabras sin sentido.

No está sola, quien puede en una noche oscura, descubrir una estrella, bendita inspiración que siendo terrenal, me hace sentir divina, sacrílega seré?

Exploro el firmamento y no extraño los astros para tener constancia de su luz, porque toda la luz que falta en el espacio, la acaparo en mi alma y alguna vez, ella misma me guiará hacia el camino imaginado, soñado, deseado, utopía? No, realidad.

Esa misma incandescencia, hace surgir la sensación de plenitud que me enerva, para ir escupiendo el amargo sabor de los recuerdos tristes.

Con denuedo, riño con la nostalgia y rebusco en mi yo, los resquicios de maldades y bondades para hacer una hoguera y hacer arder en ella, las remembranzas irritantes.

Ya conozco el misterio de este día, inspirador de melancolía, día en que ya me pesaron todos los pesares.

Saliendo de la sombra, soy su espectadora, pretendiendo tejer alguna ilusión, bordar un manto de esperanza, o simplemente perseguir un sueño.

Es posible que a veces sintamos hastío por los días, por las noches, cuando no hay ilusiones, ambiciones, ni siquiera recuerdos agradables que ayuden a pintar el gris por el azul.

Por todo ello, indago en mis adentros, busco la coherencia que me afirma que la vida no es un jardín y que si queremos rodearnos de un aroma de rosas, debemos cultivarla, no solo desearla, pues allá voy dispuesta a cavar mi huerto y plantar mi rosal.

Seré lo que quiera ser, haré de mí, el proyecto que mejor me siente, pero no me sentaré a esperar a que alguien venga, saldré en su búsqueda, ahondaré, hasta encontrar sus huellas sus huellas.

Perseguiré el prodigio de encontrar quien se funda conmigo, convertirnos en uno, entregarme, confiar…

Que me enseñe a confiar, a creer sin temores, alcanzar el milagro de ser uno del otro, sin condición, ni tiempo.

Donde habita? No lo se.

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.