¡Quien pudiera amarrada a tu mástil ir y venir contigo, primorosa estación de los colores!
Quien, siendo una mariposa, aletear pudiera en tu brisa y fundida en ti, permanecer eternamente llena de esperanza.
Primavera de ensueños, oteo tu llegada desde mi ventana para tomar en tu alborada, tus primeras rosas. Ya te percibo, aspiro en el aire el efluvio que brota de tu esencia.
¡Ya estás aquí!
Un derroche de perfumadas florecillas te preceden. Incipiente, fugaz, pero inequívoca, es la luz que percibo en mi jardín, nadie mas que tú despiertas la luminosidad de la tierra que brota a raudales para marcar tu tiempo.
Soñadora impenitente, aunque me congele el invierno, te invento en mis sueños y contigo, regalo hoy a mis amigos, un ramo de abrazos que recogeré entre el rocío de tus madrugadas, aderezado con esencia de azahares.
Tu eres la promesa de que el mundo es bueno, porque crecen contigo los capullos que traerán nuevas esperanzas que en quimérico cotejo establezco con la vida, con el determinado espejismo de que tus aromas superen simbólicamente otros aires menos gratificantes, endulzo mi vida con suficientes utopías, apartando la hiel esparcida en muchos caminos.
¿De que color serán las flores que nos regalarás y cual será su aroma? ¿Adonde volarán las mariposas? ¿Será breve su vuelo, volarán al Sur, vendrán del Norte, o se marcharán con el viento para nunca volver’
Cuentan que en primavera, entre el mar y la luna se teje un idilio y cada noche, los plateados rayos en cadencioso ritmo se meten en las olas reventando en la arena en rumoroso orgasmo de de locura y espuma.
Para sentirte, hay que verte con alma de poeta, mas que mirarte, descubrirte en el aire, entre las flores, avistar el desfile que se forma en el éter para agasajar tu llegada. Hay que buscarte en la policromía que recrea el arcoíris, que mirando al sol, se retrata en la retina descompuesta en mil tonos diferentes.
Oh primavera, casi pasas de largo, casi te me escabulles, llegabas a mi lado y casi no te percibo, si no rapto a la noche su poesía dejando que me atrape un cosquilleo que me estremecía y supe que eras tú, que llegando tocabas a las puertas de mi alma, te adueñabas de mi espíritu y aquí estoy, robando los primeros olores de tu arribo para libar un sorbo de ilusión.
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