En la tibieza de una tarde de otoño,
o en el calor ardiente del estío,
en el azul del cielo copiado por el mar,
en la bravura de la ola
y en la quietud del lago en calma.
En todas partes
dejábamos pintada, una señal de besos.
Las piedras del camino nos marcaban,
la rosa que cortamos, nos clavó su espina,
ero solo nos importaba, estar juntos.
De la tierra subíamos al cielo,
de la luna hasta el mar nos deslizamos
en la ruta del beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario