Has llegado y casi ni te noto, si
alguien no te nombra y no veo que escriben sobre ti, no me habría dado cuenta.
Ay ay, ay septiembre, será que ya
no me dices nada?
Puede que si, puede que no, lo cierto
es que llegaste y tu llegada de ninguna manera me es indiferente, tal vez
conscientemente quise ignorarte, o es posible que me encuentres en
circunstancias tan especiales, que por una u otra razón, me pases, simplemente
inadvertida.
Pero como olvidarte si te llevo en
la sangre, cómo hacer que no llegas, si ya desde mucho antes de arribar, te
sentía en mi piel, me miraba al espejo y buscaba en mis ojos, la huella que has
dejado.
Te sigo imaginando entre hojas caídas,
te recreo en la lluvia escarchada de sol, como un rocío instalado en silencio,
apenas perceptible.
No te puedo culpar de traer
añoranzas a mi vida, porque cuando llegaste, ya estaba sumergida en un mar de
nostalgia, vendaval de recuerdos, avalanchas de colores de otoño, nubes doradas
que vienen a provocar mi fantasía.
Septiembre de morriñas, de ocres
atardeceres, de solecitos de oro, de quiméricas rutas, de sueños que persisten,
de besos que se han dado, otros que viven en el profundo anhelo de cosas que
están ahí y al parecer se han ido.
Caricias, vaguedades, septiembre
es antesala, preludio, realidad, entelequia.
Ay septiembre, parece que fue ayer
que te marchaste y otra vez has llegado y alborotas con sonido de viento que
desnuda, ruido de alas de mariposas en vuelo, libélulas que al sol lanzan sus
transparencias, reflejando en sus alas un sol cansino y triste.
Me quedo con tus flores, con tu
aroma de caracola enterrada en la arena, cortaré un haz inmenso en el véspero ocre,
tómalo, es para ti, que mas puedo decir, bienvenido septiembre.
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