Los días otoñales suelen envolvernos en un aire especial que dependiendo de cual sea nuestra energía, puede ser placentera, triste, alegre, temerosa o plena de nostalgia.
Durante un tiempo, ver llegar los días festivos, era casi un martirio, hoy en cambio, mi ser individual ha alcanzado tal estadio de libertad, que me otorga el placer de poder disfrutar hasta del vuelo de una mariposa.
En ese contexto, reconozco en el otoño propiedades poéticas que me convierte en musa inspiradora de mis propias palabras, sacando de mi conciencia experiencias que aunque no siempre sean gratificantes, son para mi como una especie de mea culpa cuando vaya en ese sentido el pensamiento, o de desahogo, cuando de respirar hondo y con satisfacción se trate, sobre cosas ya superadas que pudieran haberme dañado.
Tengo una convicción muy personal de que la felicidad es una condición individual, especial, aislada a veces de lo que es para la generalidad.
Solemos encontrarla en situaciones tan diferentes, para mi por ejemplo, la felicidad podría venir del estado de personas queridas que me rodean, sin condicionarme, solo porque así lo marca algo dentro de mi.
Por otro lado, dentro de las cosas cotidianas, recojo a diario estelas de felicidad unas acá, otras más allá, el cielo azul o gris suele predisponerme desde que mi mirada cada mañana lo vislumbra.
La vida es un conjunto de situaciones sencillas, un crucigrama de dificultades y a veces la letra que nos falta, no la encontramos nunca, o de repente aparece, haciendo que al sonreír satisfechos por la "suerte", pensemos al mismo tiempo, que tonta caray, si era tan fácil.
Septiembre me marca de muchas maneras y ha dejado en mí cicatrices, la primera de ellas y tal vez más importante es mi aparición a la luz del mundo.
Si no hubiera nacido en septiembre, me habría encantado nacer en abril, haber sido parte de la primavera, ahora que también el otoño ha llegado a mi vida, parece perfecto haber nacido en la antesala de la estación de las hojas caídas, diametralmente opuesto a abril, cuando éstas empiezan a brotar de nuevo.
¿Cambiaría mi poesía habiendo nacido en abril? Sería flor en lugar de hojas caídas.
Amo los colores ocres, el cielo arrebolado de nubes cromatizadas en matices que solo el otoño es capaz de generar, la fruta madura y dulce, en su mejor sazón.
El otoño es la vendimia, el mejor mosto, la mejor cosecha de frutos y amores, las caricias más sabias, los besos más audaces, las hazañas más atrevidas, bajo el suave rocío de la madurez, la templanza y sabiduría.
Me encanta trasladar a mi vida, a mi entorno estas certezas otoñales y poner a septiembre una corona gigante de flores y frutos con pinceladas de oro y matices que solo pueden captar quienes saben reconocer el hechizo del otoño.
Buen domingo, el primero del otoño 2012.
Amo los colores ocres, el cielo arrebolado de nubes cromatizadas en matices que solo el otoño es capaz de generar, la fruta madura y dulce, en su mejor sazón.
El otoño es la vendimia, el mejor mosto, la mejor cosecha de frutos y amores, las caricias más sabias, los besos más audaces, las hazañas más atrevidas, bajo el suave rocío de la madurez, la templanza y sabiduría.
Me encanta trasladar a mi vida, a mi entorno estas certezas otoñales y poner a septiembre una corona gigante de flores y frutos con pinceladas de oro y matices que solo pueden captar quienes saben reconocer el hechizo del otoño.
Buen domingo, el primero del otoño 2012.
Bienvenido ese otoño que cambia algo más que el paisaje, y nos aporta tiempo.
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