No te quejes,
decir que no te
esperé porque no te dio tiempo de llegar
¡eso es ridículo!
sin duda lo haces
como uno de tus habituales resabios
porque bien sabes que es mentira
si de
tanto esperar por ti
me quedaba sin fuerza por no decir sin esperanza.
Llovía y el viento azotaba con
furia
esos días de lluvia me parecía que más empapada estaba yo
que todos
aquellos árboles que goteaban agua
y los techos que pasada la lluvia
iniciaban un concierto de goteo
primero más rápido luego lento,
hasta que
solo quedan diminutas gotitas que apenas hacen ruido.
Sin embargo yo las adivinaba y
hasta las contaba
recuerdo de qué manera me perdía en esas cuentas casi
subliminales
hasta que me vencía el sueño
o entretenida en alguna lectura
me
olvidaba de las gotas de lluvia.
Mientras tanto yo seguía
esperando
la madrugada me alcanzaba de pie en la ventana,
oteando la
calle oscura,
esperando ver alguna luz
volvía a llover y me hastiaba de la
lluvia, de la noche, ti, de mí.
El día era igual,
la tarde un
intermedio más o menos temeroso
la noche era el colmo de la desesperación
creo que me poseían todos los espantos
era una cadena interminable de
angustia.
Todo sucedía mientras te
esperaba
así sentía escapar la vida sin vivirla
consumida en la llama de una
espera constante.
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