Cuando la luz se va perdiendo
entre la sombra,
suele la mente poblarse de recuerdos,
son como campanadas que dejan
un estruendo,
un eco que se va diluyendo, pero que no se va del todo.
Transportan, hipnotizan, hasta
crees escuchar voces,
son páginas de un libro que amarillento ya,
de tan viejas
sus hojas, se rompen al tocarlas.
Sin embargo persisten, nos
acosan,
los recuerdos son eso, estampas del ayer que llevamos tatuadas,
algunos
son como esos documentos
que guardas en un bolso y como que te olvidas, o eso
crees.
Recónditos, lejanos y una
noche, así como al descuido,
surgen de entre las sombras
como fantasmagóricos
espectros fluorescentemente sombríos,
son las teclas de la vida que hacen clic
sobre ti y te estremecen.
¡Ay que raros somos!
Tanto
obstinarnos por amar, por vivir,
para luego archivar tanta vida,
que tal
parecería que de tanto guardar,
vamos muriendo en vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario