En pocas horas estará subiendo y
bajando el telón del inmenso teatro que es el mundo y nosotros, consumados
actores de este escenario diversificado,
estamos prestos a acudir a ese cambio subliminal en el tiempo, más no así en
nuestras vidas.
Porque la hoja cae del calendario en
un hecho que sería imperceptible, pero en casi todas las culturas del universo,
hoy es un día especial, ya que un nuevo ciclo se inicia.
Doce meses, 365 días y 52 semanas,
eso lo aprendemos en nuestros cursos primigenios y como una señal, a casi todos
se nos queda prendido en el recuerdo.
No resulta tan sencillo en la
práctica, deberíamos ser eternamente
niños para de esa manera, librarnos de las responsabilidades y dilemas de un
acontecer que no siempre es gratificante para muchos, al contrario, hay quienes
la vida le tiende unas trampas colosales, de las que muchas veces no se sale, otros
a puro coraje con una coraza de dolor, se enfrentan a innúmeros obstáculos.
Caminos laberínticos,
incertidumbre, no porque sea víspera de año nuevo vamos a cubrir la verdad con
sutilezas, hay que gritarlas para que entendamos que para que tengan sentido
todas las frases hechas que decimos y recibimos en fechas como estas, debemos
pelearnos el derecho a la paz que merecemos.
Despedimos a un año caracterizado
por la maldad con que se ha abatido sobre casi todo el mundo, hemos acudido a
la ruina de grandes naciones, a la caída de otras igualmente acreditadas
economías, hemos sido testigos de tragedias ocurridas en torno al ser humano.
Una triste experiencia se acumula
al ver que entre nosotros mismos nos despedazamos, cuantas veces a través de
este año no hemos sido capaces de contener el llanto, ante tragedias humanas,
muertes de niños, de mujeres y hombres a mano de verdugos que son casi siempre,
la persona más cercana.
En muchos hogares, en muchas
partes del mundo, la Navidad ha pasado de manera doliente, muchas son las
causas que originan ese dolor en el ser humano, duelo, soledad, hambre, falta
de trabajo, son motivos que ocasionan desesperación, componentes que no son precisamente,
motivadores festivos, además de que aún existiendo el espíritu de festejar, no
hay dinero ni para comer.
De todas maneras hay que vivir, la
familia necesita ser empujada, los hijos precisan de los padres, aunque éstos no
puedan “ni con su alma”, tendrán que guardar bajo la almohada sus pesares para
sonreír en la mesa, alentar a unos hijos que también padecen la pérdida de muchas
de sus ilusiones.
Adelante mi gente querida, a
caminar derechito mirando siempre en alto y buscando esa luz que nos hace falta
para transitar por el camino de los doce meses envueltos en estuche de un año
que casi el umbral del universo.
Pido paz, decreto pensamientos
positivos que nos encaminen a un accionar igualmente tangible, ojalá tener suficiente
fuerza y poder para hacer el propósito de ser fortalezas inexpugnables,
acorazados invencibles, pero conscientes de que somos humanos vulnerables, solo
queda a los que atesoran la suerte de mantener
el recurso de la fe, aferrarse a ella.
Cada comienzo de año es un
desafío, un crear metas que casi siempre van cayendo igual que caen las hojas
del calendario, hay temor y desconfianza, desprecio hasta por la propia vida, aún
ante esta cadena tejida con semejantes evidencias, seamos valientes y caminemos
hacia este nuevo año con esperanza.
Una guerra se compone de muchas
batallas, amedrentarnos cuando perdamos alguna, equivaldría a hacernos más
endebles y es un lujo que no podemos darnos, fortalezcámonos para vivir la vida
con coraje.
Total que también yo voy a
terminar con esa frase sabida desde los comienzos del mundo: “Tengan un feliz
año nuevo”.
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