De
repente, se hacen lentos los días, la terneza se dispersa en el aire, y una
melancolía, que es casi melodía, va marcando la piel, estamos recibiendo el
primer beso de la Navidad!
El
universo se atavía de luces, es como un
parpadeo, una ráfaga imperceptible casi, un efluvio que toca el corazón y lo
acaricia.
La
noche invade la tarde y entendemos entonces que el tiempo empieza a cambiar,
como se abre una rosa, como desciende el río por su cauce de piedra, como la
misma rosa esparce su fragancia y añoramos días de aromas semejantes, otras
rosas tal vez, otro jardín…
El
telón de la vida sube y baja, al igual que las hojas de cualquier calendario,
que marcan al caer las estaciones, es la rauda transición hacia los efímeros
días de cálida nostalgia, ojalá poseyésemos el poder de hacer del tiempo, una
eterna Navidad.
Cuando
la brisa escarchada de frío besa la noche y se instala como lluvia de rocío
humedeciendo el sueño, cuando tiembla la mano levantada marcando un adiós
involuntario, cuando la voz se quiebra y elucubra la mente una plegaria que
cruza el horizonte, es Navidad.
Escalofríos
de nostalgia nos recorren, dejándonos a merced de la sensibilidad, recordamos
la niñez, calor de hogar, olores y colores, sabores que permanecen formando
estalactitas de emoción.
Brotan
perlas bañadas de rocío, son lágrimas! En Navidad la naturaleza acongojada
penetra al corazón del universo que responde enternecido y solidario.
Imploremos
para que esos sentimientos perduren más allá de diciembre, que invadan el
corazón y permanezcan, porque el mundo necesita de nuestra bondad y justicia para
reinventarse y hacernos mejores.
Felices fiestas, que sean días de disfrutar en familia.
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