Caminos que se cruzan, senderos
sembrados de espinas que cuando no hieren el cuerpo, se clavan en el alma y la
torturan.
Ensartamos los sueños en un gran
estandarte, una atalaya que creemos jamás sucumbirá y sin embargo, escalón tras
escalón va cayendo hasta volverse nada.
Nacemos con las manos vacías, nos
dicen que la vida es un paso y a sabiendas, somos tan insensatos que la vamos
derrochando, hasta que llega el día de cerrar para siempre la mirada y sin remisión, habremos malgastado
la existencia en la búsqueda inútil de algo que jamás encontramos.
Y nos vamos siempre con las manos
vacías, peor aún, muchos marchan vacíos de conciencia.
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