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viernes, 5 de octubre de 2012

Que lamentable!



 
Somos supervivientes de un naufragio colectivo, actores en un mismo escenario, representantes de diversos dramas y comedias que escenificamos en el día a día. Carne y sangre que envuelve a un esqueleto, único fragmento nuestro que traspasará las barreras de la eternidad.

Vanidad, mentira, falsedad, infidelidad, soberbia, envidia, perfidia, dobleces, son murallas con las cuales nos abatimos a diario en fiera lucha.

Persiguiendo la supervivencia una y otra vez se cruzan en nuestro camino escollos que logran a veces abatirnos, tal es su poder.

Solemos combatirlas con otras diametralmente opuestas, bondad, verdad, humildad, esperanza… Son armas de muchos que al final,  vencen a las nefastas, solo que a veces, cuando arriba la victoria, el daño ha hecho tan profundos estragos, que es casi imposible la recuperación.

La verdadera magia está en la tenacidad, la constancia y tesón que pongamos a la vida, suele premiarnos. Miremos con fe al futuro, pensemos que si se nos da la oportunidad de un mañana, debemos marchar limpia la mirada y leve la conciencia, sin cúmulos pesados que hagan lenta la marcha y difícil el arribo cuando llegue ese momento que aunque temamos, a todos llegará.

Si tuviésemos abierta la mente a esta certeza, es posible que encaminásemos la vida por derroteros diferentes, lo perjudicial es la negación absoluta a esa realidad, hay seres que se convierten en ídolos de si mismos, marionetas de la soberbia y la ironía, arrogantes que van por la vida pretendiendo pisotear a los demás, sembrando a su paso, insolencia  y altivez.

Réquiem por ellos y por nosotros, por los poderosos que declaran al mundo una guerra, posesionados de fama, bienes o poder, que a sus estrechas mentes hacen esclavas. Por Nosotros, por todos, por los que padecen el dominio, por los que mueren en medio de terribles padecimientos.

Clemencia y misericordia para el mundo, para las naciones en guerra, por los pueblos abatidos por fenómenos naturales y por los que bajo la insensata mano del hombre, se van cayendo a pedazos.
Irremisiblemente, nosotros mismos hacemos de la tierra una manada sin redil,  que lamentable!

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.