Somos
supervivientes de un naufragio colectivo, actores en un mismo escenario,
representantes de diversos dramas y comedias que escenificamos en el día a día.
Carne y sangre que envuelve a un esqueleto, único fragmento nuestro que
traspasará las barreras de la eternidad.
Vanidad,
mentira, falsedad, infidelidad, soberbia, envidia, perfidia, dobleces, son
murallas con las cuales nos abatimos a diario en fiera lucha.
Persiguiendo
la supervivencia una y otra vez se cruzan en nuestro camino escollos que logran
a veces abatirnos, tal es su poder.
Solemos
combatirlas con otras diametralmente opuestas, bondad, verdad, humildad,
esperanza… Son armas de muchos que al final,
vencen a las nefastas, solo que a veces, cuando arriba la victoria, el
daño ha hecho tan profundos estragos, que es casi imposible la recuperación.
La
verdadera magia está en la tenacidad, la constancia y tesón que pongamos a la
vida, suele premiarnos. Miremos con fe al futuro, pensemos que si se nos da la
oportunidad de un mañana, debemos marchar limpia la mirada y leve la
conciencia, sin cúmulos pesados que hagan lenta la marcha y difícil el arribo
cuando llegue ese momento que aunque temamos, a todos llegará.
Si
tuviésemos abierta la mente a esta certeza, es posible que encaminásemos la
vida por derroteros diferentes, lo perjudicial es la negación absoluta a esa
realidad, hay seres que se convierten en ídolos de si mismos, marionetas de la
soberbia y la ironía, arrogantes que van por la vida pretendiendo pisotear a
los demás, sembrando a su paso, insolencia y altivez.
Réquiem
por ellos y por nosotros, por los poderosos que declaran al mundo una guerra,
posesionados de fama, bienes o poder, que a sus estrechas mentes hacen
esclavas. Por Nosotros, por todos, por los que padecen el dominio, por los que
mueren en medio de terribles padecimientos.
Clemencia
y misericordia para el mundo, para las naciones en guerra, por los pueblos abatidos
por fenómenos naturales y por los que bajo la insensata mano del hombre, se van
cayendo a pedazos.
Irremisiblemente,
nosotros mismos hacemos de la tierra una manada sin redil, que lamentable!
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