Como un reloj que
nunca falla,
Como las campanadas de
una iglesia,
igual que el timbre de
un penal,
o el lúgubre sonido de la pica de un sepulturero,
así de exacto será el
instante,
en que a cada uno,
llegue su final
inútil es pretender apropiarse
del mundo,
todos somos iguales,
príncipes, reyes,
poderosos, miserables,
pobres, recatadas o no,
honrados y ladrones,
todos iremos a un
mismo lugar,
lo demás es tan solo impertinencia,
fatuidad, locura.
Hola Miuris, nada trajimos, nada nos llevaremos.
ResponderEliminarSolo quedará en el recuerdo de algunos, lo bueno o malo de como nos comportamos en la vida.
Un abrazo.