Era una rosa
escapada del jardín,
perdida en
el agua estancada de un vaso
contaba el recorrido de sus horas vacías
y caían sus
pétalos quemados por la angustia.
Sufría la
delicada flor,
confundida
en un naufragio
que la sumía
en una eterna noche,
sin jardinero,
sin rocío.
Que ganas
tengo de evadirme, decía,
ganas de no ser
flor y ser un picaflor que me devore.
Que deseo de
perderme y renacer
en otro
jardín, otro huerto,
ansias de
capturar mi aroma
y recoger de
nuevo mis colores.
De repente
silencio,
la rosa se
replegó en su corola
y
lentamente,
uno por uno,
sus pétalos caían,
semejando un
rosario
de lágrimas
tenaces,
era como un
lamento que de la tierra,
al cielo se
elevaba.
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