Ochenta y tres años que dejaron
al mundo el producto de unas letras brillantes, Carlos Fuentes, uno de los
grandes de la literatura, mexicano conocido universalmente, ha dejado los
caminos del mundo para volar en otra dimensión, la verdadera quizás, la que a
todos nos espera y en la que ojalá pudiésemos tener la oportunidad de
encontrarnos.
Enlazar letras y hacer un gran
periódico que denuncie desde allí hacia el mundo de los que aún respiran, todo
el misterio que encierra la senda de la muerte.
Autor de novelas muy premiado:
El Cervantes, Príncipe de Asturias, Gran Cruz de la Orden Isabel la Católica,
miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Doctor Honoris Causa en las
Baleares y otros galardones no menos meritorios embestían la grandeza del
escritor azteca.
Hijo de padres diplomáticos
mexicanos, había nacido en Panamá, el 11 de noviembre de 1928, su infancia
transcurrió en diversos países iberoamericanos, hasta regresar definitivamente a
su país a los 16 años.
Su andadura por tantas tierras,
infiltraron en el joven Carlos, una diversidad de culturas que abrieron su mente
hacia panoramas que exploró a profundidad por medio de su quehacer intelectual.
Así las cosas, Carlos Fuentes
asomó al umbral que sería definitivamente el pórtico que le daría paso hacia la
fama universal.
En 1972, Octavio Paz le
presentó como miembro del Colegio Nacional, “Palabras Iniciales” fue su
discurso de ingreso.
La muerte le alcanzó en Ciudad
de México, este recién pasado 15 de mayo, dejando tras de si, la estela de sus
obras que transitarán de generación en generación, de continente a continente.
Una plegaria y el aroma de los
lirios más exquisitos para el fino autor de la tierra de serenata.
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