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sábado, 2 de julio de 2011

Un recuerdo para Ernest Hemingway


Un día como hoy en 1961, abandonó esta dimensión, adonde iría? Ernest Hemingway, el mago de letras brillantes que lo mismo escribía una obra maravillosa que apretaba el gatillo de su escopeta, o se peleaba con las olas a bordo de una barcaza, Premio Nóbel de Literatura en 1954, gran novelista del siglo XX, cumple hoy 50 años de muerto.

Mucho y poco tiempo, mucho para los que no dejan memoria, pocos, o nada para los que como él, son eternos en el recuerdo de la humanidad.

Un producto norteamericano nacido en Oak Park, Illinois, el 21 de julio de 1899, era aficionado a la caza y la pesca, actividades que ponía en práctica junto al lago Michigan, fue un estudiante mediocre que solo destacaba en la asignatura de Lengua.

Antes de marchar al continente de las luces, fue reportero y conducía ambulancias en la Primera Guerra Mundial.

Después de su haber sido herido en una pierna y volver a Estados Unidos, regresó a Europa, París tenía que ser el destino de alguien que marcaría al universo de mil maneras distintas.

Estableció contacto con la llamada “Generación Perdida”, grandes literatos de la época, fue en París que hizo su debut como escritor con sus primeras obras Tres relatos y diez poemas y En nuestro tiempo.

“Fiesta” fue la obra que lo lanzó a la fama, en ella narraba la historia de estadounidenses y británicos que vagaban por Francia y España, ciudad que visitó en la década de los 20’.

Por quien doblan las Campanas, Adiós a las Armas, El Viejo y el Mar, Muerte en la Tarde y otros tantos títulos inmortales, gloriosos, colman bibliotecas en todo el mundo.

En sus andanzas, rozó el litoral caribeño quedándose en Cuba durante largas temporadas.

Tierras de España y París entre otras, guardan de este hombre, huellas y recuerdos tan imperecederos como el tiempo.

El último libro publicado fue Poemas Completos, en 1960, para un año después, dejarnos helados con la postrer obra, la que le llevaría a la muerte, pero también a la eternidad, su suicidio, un disparo en su casa de Ketchum (Idaho, Condado de Blaine, Estados Unidos, salió de su tierra y el triunfo fue estremecedor, volviendo a que su propia tierra abrazase su cuerpo en el momento en que bajaba o subía a esa dimensión que no deja de sorprendernos, la eterna y misteriosa muerte.

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