Porqué callas,
y no te atreves a admitir
que sigues cautivo entre su ardid.
Porqué te niegas a aceptar
lo que silentes,
tu mirada grita, al nombrarla.
Que te ha dado,
que inconfesable filtro,
como un virus,
se metió en tu sangre,
que ni a sabiendas de que no te ama,
tú a ella no la olvidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario