El calor de la hoguera era lava ardiente que quemaba,
la nave se consumía calcinada,
ardieron en el fuego los trozos de la vida.
Como un faro, iluminaban las luces del incendio,
sin proponérselo, guiaban mi nueva barca
hacia el puerto al que el viento me llevaba.
Con la marea del mal tiempo,
voló el timón en mil pedazos,
perdida entre las olas del naufragio,
todavía los busco.
Triste y abrasador. Pero si aún quedan trozos de vida y un faro que los guie a puerto, algo se salvará.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo, querida amiga.
Miuris, algo queda... siempre queda.
ResponderEliminarUn gran abrazo.