Era la noche sombría,
de silencio y de calma;
era una noche de oprobio
para la gente de Ozama.
Noche de mengua y quebranto
para la Patria adorada.
El recordarla tan sólo
el corazón apesara.
Ocho los míseros eran
que mano aviesa lanzaba,
en pos de sus compañeros
hacia la extranjera playa.
Ellos que al nombre de Dios,
Patria y Libertad se alzaran;
ellos que al pueblo le dieron
la Independencia anhelada.
Lanzados fueron del suelo
por cuya dicha lucharan;
proscritos, sí, por traidores
los que de lealtad sobraban.
Se les miró descender
a la ribera callada,
se les oyó despedirse,
y de su voz apagada
yo recogí los acentos
que por el aire vagaban.
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