La noche era oscura igual que tantas otras que marcando o sin marcar la vida, pasan como un torrente. Ausente en apariencia, como sumida en pensamientos profundos, meditaba queriendo atrapar la musa de la inspiración, que escapaba de mí y burlona, se alejaba sonriendo dejándome incapaz de escribir ni una palabra.
Sabía que no tenía en mis ancestros ni una sola gota de sangre que pudiese heredarme la gloria de ser juglar siquiera, sin atavismos que me liguen, porqué demonios entonces, de toda circunstancia pretendo hacer poesía.
La noche está callada, demasiado silencio y oscuridad solo podrían llevarme de la mano a escribir una copla sombría, cierro los ojos y el sopor casi me deja vencida con la cabeza echada sobre el computador que abierto en word aguarda la gloriosa inspiración, pero el numen se evade, se esfuma riñendo con la mente que parece ordenarle que se marche porque hay otras cosas de mayor importancia que una simple poesía.
Ojalá pudiera treparme a una nube y asirme a una estrella que me eleve en el éter y me deje inerte, que mis sentidos solo sean excitados por la música, por el viento, por las olas del mar que me atraen cual imán.
La noche, a pesar de las sombras, tiene un encanto especial, es como si quisiera revelarme un secreto, pareciera obstinada en que yo permanezca despierta a la espera de algo indefinible ¿Incierto? No lo se, no puedo descifrar lo que intenta decirme entre el ir y venir de las estrellas que sobre mi ventana se dibujan.
Es cortante el mutismo, ¿Pero que escucho? Algo se mueve y hace solo un instante que el viento ni si siquiera movía las hojas de los árboles que estáticos, parecían fantasmas que traslucían su sombra sobre el pavimento conformando un paisaje desolado, sombrío.
Algo como un aleteo abate mi ventana ¿Será tal vez la ninfa de la noche? No, a menos que su alma no se haya transmutado en una avecilla que inexplicablemente a esta hora de la noche cual sílfide, deja una serenata en solitario, su trino humedece mis ojos, moja mis labios con dulzura, toca mi piel y la estremece.
Es un beso apasionado, un momento impagable, una emoción, como si mil violines tocaran solo para mi, rozo a obscuras la suavidad de la sábana que cubre mi cuerpo.
Cierro los ojos y decreto dormir, pero algo muy profundo se mueve en mi impidiéndome conciliar el sueño, me rondan pensamientos que me agitan, la noche casi acaba, pronto mi alcoba se llenará de luz y un nuevo día reclamará nuevas letras, cerraré los ojos y cuando los abra, estaré dispuesta a enfrentarme a los retos del día, lejos quedará la noche.
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