Vendo un millón de ilusiones,
traspaso un centenar de quimeras,
toneladas de utopías,
miríadas de delirios.
Doy a quien desee abrazarle,
una piel aterida de realidades,
un cuerpo helado de asombro,
unas manos sin calor.
Así como maduran las uvas, caen mis letras plasmando la esencia de mi verdad más profunda. Empecé a soñar donde el cactus es una piedra más del camino y reverbera el sol, donde la noche se irradia de estrellas que se reflejan sobre la blancura de los jazmines que pueblan mis recuerdos. Soy un latido de una ciudad que es un corazón. Dos cielos me cubren, el propio y el de Sevilla, ciudad pasión y melodía.
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