
¡Vid, olivos, almendros, madroños y romeros!
Naranjos, pinos verdes.
La tarde iba muriendo
y fundido en mi piel,
me enervaba un aroma de azahares… …
De marisma en marisma iba volando
y en un instante,
mi cuerpo se convirtió en luciérnaga iluminada por
los rayos mortecinos del sol,
en el fondo de un pantano.
El astro se despedía y en su ocaso,
una escena de amor se dibujaba… …
Un rincón en la lejana playa,
viento y silencio, arena, mar,
dos amantes estremecidos ante el impudor
de sus cuerpos desnudos.
¡El sol se metía entre el agua y la violaba!
Estallaba en burbujas, para amarla otra vez,
subían remolinos de espuma,
amalgamando un arco iris de colores
que la mar reflejaba,
era un estallido!
Un frenético orgasmo de pasión y locura.
El astro se ocultó y el agua quedó inmóvil,
poseída de calma y embeleso, se sumió en un sopor.
¡Yo a la orilla, temblaba!
Humedecida por la sal de una ola
que me dejó vestida con mi piel,
quedé inerte, aterida,
mirando trémula,
que ante mis propios ojos,
la mar y el sol hicieron el amor.
Me alejé avergonzada,
corrí por el sendero irradiado de luna.
La noche me envolvía,
penetré en su sombra,
el campo y sus rumores, el refugio, el vino,
el olor de un jazmín que florecía.
Las aves me arrullaban con sus trinos,
un balcón en penumbras me atraía,
caminé hasta allí
y tras una cortina de gotas cristalinas de rocío,
me rendí a la vendimia… …
¡Tocaba las estrellas!
Olía a besos y embriagada de amor,
enardecida,
del sol y la mar seguí el ejemplo,
rodaron por mi cuerpo las uvas del placer
y una por una, con deleite las comí… …
Después volvió la calma y silenciosamente me dormí…
Así te evoco Andalucía, viendo morir el sol,
temblando yo de amor, entre tus campos,
y hoy lejos de ti, muriendo de nostalgia.