“DIVAGACIONES”
Oh la poesía, sublime, divina, profunda en cada género, con la hondura propia de un mar que en su fondo esconde tempestad y calma.
La música, emotiva, vibrante, envolverse en su ritmo y mover el cuerpo a su compás, es como dejarse llevar por la corriente arrulladora de un río que transporta en su lecho la ilusión.
Noche, misteriosa y agorera, musa anhelada por los poetas para robar de ella la inspiración y volar al espacio, a descifrar el enigma que guardan los astros.
¡Madrugada! La calma de la orgía, ninfa acorralada entre el alba y la noche, apenas con historia propia, porque casi siempre es el remanso de la historia que se tejió en la noche.
Día, afanes y proyectos, una hoja de la agenda de la vida, luz anhelada que nos sumerge en la vorágine de mil batallas, reloj sin retroceso del que muchas veces se quiere huir, espacio a veces ilimitado para acumular dolor, o demasiado corto para disfrutar.
La tarde casi siempre es la suma de la mañana, intermediaria entre el ocaso y el crepúsculo, es la antesala de la noche, donde se desdoblan las Hadas, para desfilar en la pasarela nocturna, caprichosas, revoltosas, quien pudiera ser una de ellas y tener la potestad de tocar con magia, el corazón que hace palpitar al nuestro.
En cada uno de estos espacios casi siempre se encuentra presente el eterno habitante de la ilusión, el aliado de la noche: El amor que toma de la paleta los diversos colores para su atavío, rosa, azul, brillante, oscuro, dorado, opaco, depende de la condición del corazón, cómplice destinado para padecer o participar de la gala, cuando la ilusión traspasa la barrera de la fantasía y se hace realidad.
¡Vida! El misterio, la indecisión, la lucha. El capítulo donde tiene cabida la poesía, la noche y madrugada, el efímero paso donde el día transcurre y de repente se nos va, porque también la vida es portadora de muerte, peligrosa rival, traicionera implacable que acecha en la sombra a la que todos, alguna vez, conoceremos.
Vuelve la noche con su escenario, donde habitan los furtivos fantasmas de la sombra, noches diferentes, apacibles, en las que soñar es un deleite, otras aterradoras, se dispersan las voces que desgarran, palabras que taladran y como garfios se clavan en el alma.
Voces calmadas, palabras sosegadas que al decirlas no parecen traducir su contenido, pero hieren, arañan, aterran, dejando helado el corazón.
Noches atiborradas de caricias, de besos, tantos, que trepan por las paredes, se sientan el sofá, se suben a la cama, resbalan y se acomodan en la alfombra…
En noches como esas clamé a ti, marqué tu nombre en el mapa lejano de una esperanza, pero no me escuchaste. ¿Porqué ensordeces a mi llamado?
Te llamaba para darte la estrella que aprisionaba en el hueco de mi mano, ¡Insensata de mi! Se perdió en la penumbra, me enfrenté a la noche y la busqué, ¡Desapareció! ¿Acaso la tienes tu?... …
Esta noche se parece a la soledad, siento escapar los pétalos marchitos entre mi cielo y tu cuerpo, se esfuman como corpúsculos y se difuminan sin rumbo.
En noches como estas, pienso en la pequeñez de la existencia, en lo efímero del tiempo que tal vez rompa en pedazos nuestros sueños, tal vez sea una quimera haber imaginado que después de hoy existe un mañana en el que pudiésemos dejar de ser dos, para fundirnos en un solo ser.
Es que el mañana ya está aquí, es ahora, pero se esfuman los proyectos, se evade la meta y el camino se bifurca, ¿Será un laberinto eterno o se disciparán las sombas al final?
Viene a mi pensamiento la historia de la rosa que al amanecer veía temblar en su corola las gotas de rocío que el sol sediento se bebió, llevándose su aroma y su color.
Indudablemente la noche es un libro inmenso, en él se escribe toda clase de historias, la noche es como un enorme manto bajo el cual nos guarecemos y escondidos bajo su sombra, cada uno vive su propio drama, de cuantas insólitas crónicas somos protagonistas increíbles.
En noches como estas, quisiera colgarme de la luna, cabalgar sobre una nube y perderme en el éter para absorber el polvo de todas las estrellas y robarle su luz.
Noche, hacedora de trampas, geisha que nos envuelve entre tules danzantes, tejedora de fantasías, misteriosa, hechicera, redomada embustera que engaña con el encanto de la luz de la luna.
¡Olé reina de la sombra, pongo a tus pies mi oda, para que te cubras con ella cuando te alejes en el frío del alba!
Oh la poesía, sublime, divina, profunda en cada género, con la hondura propia de un mar que en su fondo esconde tempestad y calma.
La música, emotiva, vibrante, envolverse en su ritmo y mover el cuerpo a su compás, es como dejarse llevar por la corriente arrulladora de un río que transporta en su lecho la ilusión.
Noche, misteriosa y agorera, musa anhelada por los poetas para robar de ella la inspiración y volar al espacio, a descifrar el enigma que guardan los astros.
¡Madrugada! La calma de la orgía, ninfa acorralada entre el alba y la noche, apenas con historia propia, porque casi siempre es el remanso de la historia que se tejió en la noche.
Día, afanes y proyectos, una hoja de la agenda de la vida, luz anhelada que nos sumerge en la vorágine de mil batallas, reloj sin retroceso del que muchas veces se quiere huir, espacio a veces ilimitado para acumular dolor, o demasiado corto para disfrutar.
La tarde casi siempre es la suma de la mañana, intermediaria entre el ocaso y el crepúsculo, es la antesala de la noche, donde se desdoblan las Hadas, para desfilar en la pasarela nocturna, caprichosas, revoltosas, quien pudiera ser una de ellas y tener la potestad de tocar con magia, el corazón que hace palpitar al nuestro.
En cada uno de estos espacios casi siempre se encuentra presente el eterno habitante de la ilusión, el aliado de la noche: El amor que toma de la paleta los diversos colores para su atavío, rosa, azul, brillante, oscuro, dorado, opaco, depende de la condición del corazón, cómplice destinado para padecer o participar de la gala, cuando la ilusión traspasa la barrera de la fantasía y se hace realidad.
¡Vida! El misterio, la indecisión, la lucha. El capítulo donde tiene cabida la poesía, la noche y madrugada, el efímero paso donde el día transcurre y de repente se nos va, porque también la vida es portadora de muerte, peligrosa rival, traicionera implacable que acecha en la sombra a la que todos, alguna vez, conoceremos.
Vuelve la noche con su escenario, donde habitan los furtivos fantasmas de la sombra, noches diferentes, apacibles, en las que soñar es un deleite, otras aterradoras, se dispersan las voces que desgarran, palabras que taladran y como garfios se clavan en el alma.
Voces calmadas, palabras sosegadas que al decirlas no parecen traducir su contenido, pero hieren, arañan, aterran, dejando helado el corazón.
Noches atiborradas de caricias, de besos, tantos, que trepan por las paredes, se sientan el sofá, se suben a la cama, resbalan y se acomodan en la alfombra…
En noches como esas clamé a ti, marqué tu nombre en el mapa lejano de una esperanza, pero no me escuchaste. ¿Porqué ensordeces a mi llamado?
Te llamaba para darte la estrella que aprisionaba en el hueco de mi mano, ¡Insensata de mi! Se perdió en la penumbra, me enfrenté a la noche y la busqué, ¡Desapareció! ¿Acaso la tienes tu?... …
Esta noche se parece a la soledad, siento escapar los pétalos marchitos entre mi cielo y tu cuerpo, se esfuman como corpúsculos y se difuminan sin rumbo.
En noches como estas, pienso en la pequeñez de la existencia, en lo efímero del tiempo que tal vez rompa en pedazos nuestros sueños, tal vez sea una quimera haber imaginado que después de hoy existe un mañana en el que pudiésemos dejar de ser dos, para fundirnos en un solo ser.
Es que el mañana ya está aquí, es ahora, pero se esfuman los proyectos, se evade la meta y el camino se bifurca, ¿Será un laberinto eterno o se disciparán las sombas al final?
Viene a mi pensamiento la historia de la rosa que al amanecer veía temblar en su corola las gotas de rocío que el sol sediento se bebió, llevándose su aroma y su color.
Indudablemente la noche es un libro inmenso, en él se escribe toda clase de historias, la noche es como un enorme manto bajo el cual nos guarecemos y escondidos bajo su sombra, cada uno vive su propio drama, de cuantas insólitas crónicas somos protagonistas increíbles.
En noches como estas, quisiera colgarme de la luna, cabalgar sobre una nube y perderme en el éter para absorber el polvo de todas las estrellas y robarle su luz.
Noche, hacedora de trampas, geisha que nos envuelve entre tules danzantes, tejedora de fantasías, misteriosa, hechicera, redomada embustera que engaña con el encanto de la luz de la luna.
¡Olé reina de la sombra, pongo a tus pies mi oda, para que te cubras con ella cuando te alejes en el frío del alba!
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