Era un atardecer,
una luz mortecina
filtraba su lánguido esplendor
por la ventana.
Ella estaba y no estaba,
se dejaba llevar,
una melancolía la atrapaba.
Cerró los ojos, caminó sin moverme,
soñó sin sueño.
Construyó fantasías
entre la escasa luz y su conciencia.
Se evadió y desdoblándose,
absorbió un vaho de otros tiempos,
aquella piel de un cuerpo
tendido en un sofá, no era suyo,
otra vida, otra esencia
latía en los recuerdos recónditos
que como mariposas asustadas
pretendían volar en libertad,
instancia inútil!
Caían estrelladas contra el cristal
y convertidas en larvas furibundas,
trepaban sobre el cuerpo
y lo zarandeaban con estrépito.
En un instante, el cuerpo levitó
y cruzando el cristal del ventanal,
se perdió entre la sombra
dejando en su trayecto,
recuerdos desleídos
y estrellas incipientes
que reventaron en el aire.
Suspiros y gemidos estallaban,
parecían luciérnagas hambrientas
que roían la noche.
Silencio! Cesó la pesadilla,
se encontró en el sofá,
no sabía quien era,
estaba loca!
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