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domingo, 31 de marzo de 2013

Que nos queda?




 

Ya no somos los mismos, el paso del reloj, a veces lento, raudo otras, ha ido dejando huellas diferentes, depende de la “estrella” que a cada uno haya alumbrado.

Cuelgan en cada camino, estalagtitas de sombra o de luz, y cada uno va saltando sobre estalagmitas escarchadas de espuma, mientras muchos recibiendo punzadas en cada paso, dejan huellas de sangre, o un relicario que de puras lágrimas, se convierte en brillante.

Queriendo ser estrellas, hemos sido nebulosas apagadas,  cada uno vive sus propias rebeliones, sumergido en su mundo, universos diversos que a unos confundieron, a otros elevaron, a muchos ignoraron.

Es la vida! 

Luces y sombras, esplendor, desazones, angustias, regocijo, sudario inmenso en el que marcadas quedarán las huellas del dolor, murales gigantescos que contienen grandiosidad de esplendores, contrastes increíbles de sonidos, colores y vivencias.

Que nos queda? 

Ojalá retener el entrañable afecto de la sangre o la amistad, afortunados los que puedan al tiempo que humedecer la mirada, sonreír evocando una niñez que dejara plasmado un buen recuerdo.

Ojalá retener el calor de la madre, el ejemplo del padre, el tintineo que deja en el oído el resabio o la risa de las travesuras de hermanos, dichoso quien pudiera atesorar esa fortuna, más inmensa que la cuenta en un banco, más cálida que la halagüeña pasarela que pudo llevarnos a recorrer el mundo.

Afortunados los que ayer crecieron juntos y guardan todavía el inapreciable calor de los recuerdos, venturosos los que aún se emocionan al abrazar a ese hermano que la vida ha llevado por lejanos derroteros, que muchas veces lleva partido el corazón por separaciones que no puede remediar.

A aquéllos que aún viven la dicha de la emoción del reencuentro, los que quiebran la voz al evocar, al abrazar, los que vuelven la cara para disimular la gota que humedece su rostro, a ellos queda todavía, el valor de la sangre, el poder del amor.    

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