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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un recuerdo para Mark

El célebre escritor, considerado como el Dickens norteamericano, Samuel Langhome Clemens, conocido en el mundo de las letras como Mark Twain, nació el 30 de noviembre de 1835 en Florida. Como piloto de barco de vapor, surcaba el gran río norteamericano y fue de esas travesías, de donde salió el seudónimo con el que empezó a firmar sus artículos, “Mark Twain”, era una expresión que usaban los marineros fluviales del Mississippi, para marcar dos brazos de profundidad, medida que representaba el calado mínimo necesario para la buena navegación. Además de gran escritor, fue elocuente orador y humorista, su ingenio y sátira recibieron alabanzas de críticos y colegas, su fama, le atrajo la amistad de presidentes estadounidenses, artistas y realeza europea. Se cuentan entre sus obras, El Príncipe y el Mendigo, Las aventuras de Huckleberry Finn, Las aventuras de Tom Sawer, Un yanqui en la Corte del Rey Arturo y un inmenso número de títulos que han corrido por el mundo difundiendo el peculiar estilo que poseía este norteamericano que traspasa la barrera del tiempo y hoy a ciento setenta y seis años de su nacimiento, continúa siendo recordado. Fue un hombre afortunado en su trabajo de escritor y su carisma le atraía amistades deseadas por todos, sin embargo, en su vida personal no puede decirse que tuviese la misma fortuna, ya que tanto de niño, como de adulto, pareció marcado por un halo especial que hacía que su vida, por uno u otro motivo, fuese signada por la angustia. En los últimos años de vida, estuvo sumido en una profunda depresión, es posible que las circunstancias familiares adversas que le rodearon, se reflejaran en su estado emocional. Sucedió con poco tiempo de distancia, Susy, su hija de 24 años, murió de meningitis, luego, enfermó su esposa, se trasladó con ella a Italia por recomendación médica, inútiles fueron sus esfuerzos, antes del año, ella fallecía. Quedaba Clara, otra hija y Jean la más pequeña que murió la nochebuena del año 1909, muriendo también, el único gran amigo que le acompañaba en sus amarguras. Tanto dolor, al fin terminó con la vida del escritor, la muerte le alcanzó en Redding, Connecticut, un ataque a su lacerado corazón, le impidió continuar palpitando, eran las seis de la tarde del 21 de abril de 1910.

1 comentario:

  1. ¡Qué pena! la vida de este talento. Le he leído si, pero no sabía de su vida, gracias por traerlo.
    Muchos abrazosss
    Leonor

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.