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sábado, 12 de junio de 2010

Bodegas Góngora, una extensión del edén


Por medio del Boletín de junio de la asociación Cultural Apoloybaco, me enteré de su existencia, me siento extrañada de no haberla descubierto antes y es que estando ubicada en el Aljarafe Sevillano, en Villanueva del Ariscal, para más señas, es realmente inaudito que me hayan pasado desapercibidas las bodegas Góngora.
Datan de 1682, ubicadas en la vieja hacienda San Rafael que luego se llamaría Pata de Hierro, como homenaje a un hermoso caballo blanco, admirado por un descendiente del último rey de Granada.

Nombre, calidad, solera y nobleza se aúnan en este clan, que ha ganado un afamado prestigio en el mundo del vino de toda España.

Don José de Góngora y Arando, adquirió la hacienda e hizo de ella una bodega para la crianza y envejecimiento de vinos finos y generosos.

Las bodegas surgieron en un tiempo en que Sevilla era una especie de capital del mundo, puerta por donde entraban y salían los barcos que iban y venían hacia y desde el nuevo mundo.

Existía una ley, mediante la cual, todos los barcos, debían llevar en su equipaje un tercio de productos de la tierra, el vino, apetecido por todos, era llevado como contrapeso cumpliendo el requisito, fue precisamente esa circunstancia, que dio al vino, importancia y fama, haciendo que las bodegas de Sevilla, fueran conocidas en otras partes del mundo.

Me emociona pensar que indudablemente llegarían en aquellos tiempos de conquista por los españoles a tierras recién descubiertas, una que otra botella de estos vinos excelentes, que se derramaron por ahí, regando la savia de mi tierra.

Siete generaciones continuadoras de la tradición, albergan estas tierras albarizas.

Una mención especial merece Don Rafael de Góngora Dávila, cuarta generación de los Góngora, quien adquirió munas partidas de vino viejo amontillados, dulces y olorosos, conservados con celosa cautela, hasta el presente, son los vinos que conforman la selección, IMPERIAL, reservados exclusivamente para la familia.

Su nieto, sexta generación, José Gallego Góngora, marcó un sello único en las labores bodegueras, que perdura hasta hoy, continuado por los hijos, actuales propietarios de las Bodegas, quienes siguen los pasos de sus antepasados, mismas tradiciones, mismo don de gente, misma exigencia en la calidad de sus vinos.

Aparte del vino, esta bodega posee otros tesoros que la hacen entrañable, tiene una rica historia, cuyos capítulos han sido dejados escritos con caracteres dorados de generación en generación, tiene prestigio y calidad, a todo eso se agrega un artefacto conservado de siglos, declarado como Bien de interés Cultural por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Se trata de la prensa de Viga de Husillo y Quintal, que junto con el viejo lagar, datan del año 1574 y constituye el auténtico Sancta Sanctorum, o “Santo de los Santos”, de las Bodegas Góngora, una verdadera reliquia, única prensa de este tipo conservada y en uso.

La Hacienda en si misma es una joya, su patio de entrada, es el umbral del paraíso, patio de la Cruz, ¡Imponente! El Lagar del Siglo XVI, una huella de rancia estirpe vitivinícola. La Sala de Catas y los verdes viñedos en hileras tan derechas y tan verdes, que cualquiera diría que se escaparon de un cuadro pintado primorosamente por las manos de un genio.

Sus jardines, donde se deslía el verde y los tiestos de flores en su policromía, retan al azul del cielo del Aljarafe, patio de sabor andaluz, con un matiz de aromas y colores que solo de verlo, dan ganas de volverse musa y morar para siempre entre su esplendorosa belleza.

A todo este conjunto, se une la calidad y principios generosos y humanos de la familia Góngora que al parecer continúa la trayectoria de antepasados cuya mayor preocupación, era invertir parte de su tiempo, en salvaguardar la integridad moral y espiritual de sus servidores.

Después de todo lo dicho, solo me queda por agregar, que me muero de ganas por traspasar los linderos de esta hacienda que guarda tras sus murallas, los viñedos mas perfectos de Andalucía, y allí admirar la colección de vinos finos, blancos, generosos y brandies, además de la obra cumbre, la selección IMPERIAL.

Solo admirar? Noooo, catar una copita de uno y otro, ¿La reacción? No importa, siempre me acompaña mi edecán particular, con él a mi lado, fluye mi armonía.

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.