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jueves, 18 de marzo de 2010

¡Vuela alto!


Abrí los ojos
y la noche había escapado
miré sin ver,
se había quedado su sombra instalada en el día.

Pretendí moverme,
mi cuerpo levitó en la penumbra de mi cuarto
pero mi espíritu trepando a una ventana,
se esfumó y se perdió en el éter de la inmensidad.

Sentí que de repente me elevaba,
abajo quedaba el mar, la tierra
y en mi vuelo,
fui rompiendo las cadenas invisibles,
sus eslabones al caer, eran gotas
de lluvia, ¿O eran quizás lágrimas?


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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.