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jueves, 18 de febrero de 2010

UN ATARDECER EN ANDALUCÍA



¡Vid, olivos, almendros, madroños y romeros!
Naranjos, pinos verdes.

La tarde iba muriendo y fundido en mi piel,
me enervaba un aroma de azahares… …

De marisma en marisma iba volando
y en un instante, mi cuerpo se convirtió en luciérnaga iluminada por
los rayos mortecinos del sol, en el fondo de un pantano.

El astro se despedía y en su ocaso,
una escena de amor se dibujaba… …

Un rincón en la lejana playa, viento y silencio,
arena, mar y dos amantes confundidos ante el impudor
de sus cuerpos desnudos.

¡El sol se metía entre el agua y la violaba!

Estallaba en burbujas, para amarla otra vez,
subían remolinos de espuma, amalgamando
un arco iris de colores que la mar reflejaba,
era un estallido, un frenético orgasmo de pasión y locura.
El astro se ocultó y el agua quedó inmóvil,
poseída de calma y embeleso, se sumió en un sopor.
¡Yo temblaba a la orilla!

Humedecida por la sal de una ola que me dejó vestida con mi piel,
quedé inerte, aterida,
mirando estremecida, que ante mis propios ojos,
la mar y el sol hicieron el amor.

Me alejé avergonzada, corrí por el sendero irradiado de luna.
La noche me envolvía, penetré en su sombra,
el campo y sus rumores, el refugio, el vino,
el olor de un jazmín que florecía.

Las aves me arrullaban con sus trinos,
un balcón en penumbras me atraía, caminé hasta allí
y tras una cortina de gotas cristalinas de rocío, me rendí a la vendimia… …

¡Tocaba las estrellas!

Olía a besos y embriagada de amor,
enardecida, del sol y la mar seguí el ejemplo,
rodaron por mi cuerpo las uvas del placer
y una por una, con deleite las comí… …

Después volvió la calma y silenciosamente me dormí…

Así te evoco Andalucía, viendo morir el sol,
temblando yo de amor, entre tus campos,
y hoy lejos de ti, muriendo de nostalgia.

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¡Brindis!

Esta es la mejor cosecha, el brindis exquisito de las letras.